Wednesday, October 25, 2006

La complejidad del populismo*


En verdad, el populismo es demasiado complejo, ya que representa la visión de un pueblo, principalmente de toda su gente corriente, una visión que a diferencia de la de un intelectual de derechas o de izquierdas, no puede ser encajada entre los estrechos límites de la banderita ideológica hecha a medida del intelectual. Es que si un obrero quiere una religión se unirá a una congregación, y punto. El mundo de los intelectuales no es el mundo de la gran mayoría y el pueblo llano no comparte su visión racionalista, nihilista, sin raíces ni tradición ni tampoco su estilo de vida, son tan distintos. El izquierdista simpatiza con la clase obrera, pero odia al obrero considerado aisladamente, al que calificará de racista, machista, homófobo, consumista y supersticioso y por lo tanto que necesita un líder que le guíe (ellos mismos se ofrecen...). El derechista simpatiza con los de su misma raza, grupo étnico o cultura y sin embargo odia al típico hombre de su país porque lo considera ignorante, materialista, inculto, tavysho, hasta socialmente inferior y que también necesita un líder que los guíe (ellos mismos se ofrecen...).
Es que, contrario a la lógica del inmediato, el pueblo está formado por individuos, cada uno con su historia y todo lo que incluye: cultura, educación, origen familiar, étnico, religión y una psicología propia con sus prejuicios y sus irracionalidades. Cada individuo es por tanto único y no puede ser encasillado. Mientras que las abstracciones como la clase o la etnia pudieran ser generalizaciones útiles, pero no describen a una persona real. Las abstracciones intelectuales no pueden llegar a esencializar el populismo, que es la visión "destilada" de cada una de los individuos que forman el pueblo, y que puede llegar a incluir a cada persona y considerarla individualmente.

*Plagio ideado con textos de Larry Gambone.

Tuesday, October 24, 2006

La guerra de un hombre


No le volaron la cabeza por su esdrújulo apellido, pero no perdonaron al hijo. Perteneció a la paranoica generación de paraguayos enclaustrados en la dictadura. Y aunque el PC paraguayo lo considere un infiltrado de la CIA por su cercanía y menudo contacto con Jimmy Carter, ni Eduardo Galeano negó el prólogo para sus libros, como tampoco Chomsky silenciaría su aprecio por el Dr. Joel Filártiga.
Egresado de la Facultad de Medicina de la UNA, casa de estudios de la cual su hija fue expulsada en los últimos años de la carrera por llevar su sangre, quiso plasmar con su clínica de Ybycu’i aquel sueño del médico social.
El intercambio de cartas y el desencuentro en la ciudad de Encarnación con el otro médico guerrillero más buscado de aquellos tiempos rectificaba su indiscutible camino hacia la lucha, hacia el reclamo de una justicia social, en el país donde la paz y el progreso ahogaban en letrinas todas las virtudes nacidas en su propia tierra.
Que en “La guerra de un hombre”, la película prohibida por casi 10 años en nuestro país, donde el después conocido Hannibal Lecter realizaba el papel de Dr Filártiga, o el simple hecho de que en Hollywood se recuerden del Paraguay, debería ser el reflejo de que la intensidad de su lucha y todo su dolor golpearon los mares, el cielo y las mismas puertas del infierno.
Hacer la autopsia al propio hijo, quien supuestamente murió por causas naturales, con quemaduras de cigarrillos por todas partes del cuerpo, sin uñas, hematomas por doquier, y hasta hallar un alambre eléctrico metido en la uretra, en vez de legalmente fortalecer sus denuncias, lo dejó solo, nadie, ningún otro médico se animó a firmar esa autopsia, y ningún abogado a ayudarlo.
Todavía vive, ahí por el centro de Asunción. Sería digno como paraguayo hacerle una visita, rememorar con él su vida, hasta sus locas historias de persecución, asaltos y bombas, como él las cuenta, con humor e ironía… y tratar de memorizarse así una de las tantas historias calladas de nuestra patria.

Tuesday, October 10, 2006

El pecado del populismo


Según los entendidos, éste pecado capital de la política incluye casi siempre a los ya también embarazosos conceptos de nacionalismo, indigenismo, antiimperialismo, y sus conocidas “reformas”: agrarias, de estado y modificaciones económicas. Todo un espectro de estrategias que se asientan en un supuesto reconocimiento de los derechos del pueblo.

La definición clásica y ortodoxa del populismo la presenta como un estilo político dirigido predominantemente al pueblo, constantemente encaminado con una retórica hacia los más indigentes, asumiendo la teoría de que éstos son los más ignorantes y más factibles víctimas de las demagogias del populista. Es más, asume a la demagogia como todo un modo o forma de discurso, a parte de dirigido, también aceptado preferentemente por este tipo de personas. Una “característica de los gobiernos impuros”, era la definición que nos dejaba el aristocrático Aristóteles.

Este pecado social, del cual somos víctimas y estamos como condenados todos los latinoamericanos, es interpretado por las élites intelectuales de éste y del otro lado del atlántico como un estado involucionado de la política. Considero que es cierto que es un estado político distinto al suyo, al europeo pues, por que la realidad social es también muy distinta. Ningún pueblo es merecedor de un mal gobierno, pero sí es digno del tipo o forma de gobierno que se lo merece por su estilo de estructura social. Repito, no hablamos de malos o buenos gobiernos merecidos, como cita la conocida frase, sino de estructuras similares y recíprocas entre la sociedad y sus formas de gobiernos. Menos hablamos de involuciones políticas, creo que la política como parte de la historia siempre avanza hacia delante, o en espiral, pero hacia arriba, y son las coyunturas históricas las que germinan los distintos procesos políticos.

En 1523, el cacique Nicaragua preguntó a los conquistadores:
- Y al rey de ustedes, ¿quién lo eligió?
El cacique había sido elegido por los ancianos de las comunidades. ¿Había sido el rey de Castilla elegido por los ancianos de sus comunidades? Esa era una época en que ni se cuestionaba la monarquía absoluta, así como en los inicios del periodo independiente de nuestra América nadie tampoco discutía por una suprema dictadura, estaba bien pues, el momento histórico lo condicionaba de esa manera.

Crudamente ahora analicemos, América Latina es una región de pobres, donde aún demasiados siguen firmando con la huella del pulgar, y los pocos que leen, todavía menos ideas pueden hilar, y no nos pongamos a hablar del hambre y su cronicidad. Cuando mucho más de la mitad de nuestros pueblos carece de esas condiciones básicas para una “vida digna”, más la política debería representarlos, más la política debería de nombrarlos, más la política debería de incluirlos, más la política debería encarnarlos y personificarse con ellos. Lastimosamente eso desemboca en nuestra definición de populismo, de demagogia, y etc, etc. Pero esa es nuestra realidad, y la política debería ser eso, o por lo menos parecerla. No entiendo cómo nos empeñamos en buscar formas políticas más “modernas”, como si eso fuera una tecnología que uno la adquiere importándola, encima siempre tan ajenas a lo nuestro. Además nos encargamos de endemoniar los términos relacionados al populismo, y no nos damos cuenta que eso es cerrar los ojos a nuestra propia realidad social. Parece que tenemos el cerebro lavado, y una alergia a esa política. Es que nuestros Aristóteles siguen siendo aristocráticos.

Si no hay cambio social no habrá jamás una política distinta en nuestro continente, debemos asumir el estado social de las cosas -conciencia de clase, dicen los barbudos- debemos aprender a usarla, reconocer sus alcances, sus límites, pero siendo coherentes y concientes con nuestra realidad coyuntural y su propia génesis política.

Es bueno el populismo?, la demagogia, el nacionalismo, el indigenismo, el antiimperialismo? Repito, no son buenos ni malos, son retoños de nuestra realidad, y solo con cambios en nuestra realidad cambia esas estructuras. Super-estructuras?

Ajepa?

Monday, October 09, 2006

Almalgias



Me duele en el alma
cuando una madre Kuiba
pide acetaminofén para el hijo
que todavía no está enfermo,

Me duele en el alma
cuando el Shamán
me reclama el diclofenac
para sus dolores de espalda,

Me duele en el alma
verlos revolcarse del pedo
por las docenas de birras
que intoxicados por el sagrado yopo,

Me duele en el alma
saber que los jóvenes
ya no cantan ni bailan tonhê
ni tampoco creen en él,

Me duele en el alma
que prefieran dejar de pescar
explorar, cazar…
por dedicarse a pedir,

Me duele en el alma
escucharlos bailar
y verlos cantar
un terrible vallenato,

Me duele en el alma
cuando escogen fideos,
y olvidan el ñame, la yuca dulce,
la ahuyama o el topocho,

Me duele en el alma
oírlos decir que son los buenos
los que se parecen físicamente
a Jesús o a María,

Me duele toda el alma
que los hayamos convencido
de que nosotros, los pilosos,
somos mejores…

Civilizar es Corregir


“No hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria”. Mario Vargas Llosa.

Todavía me cuesta bastante tragar la cruda frase de este novelista peruano, que es, más por ideología que por su indiscutible estilo y calidad de prosa, un maldito. Pero quiérase o no, dijo una premisa que todos, concientes e in, la vamos desplegando todas las veces que queremos “ayudar” a los pobres hermanos indígenas.

Los estamos civilizando… los estamos incluyendo en nuestro mundo “civilizado”… y a la vez los estamos incrustando en lo más bajo de nuestra ya tan dividida escala social, serán los nuevos miserables pues!. Ah!, pero ahora supuestamente somos interculturales, y respetamos sus cultos y valores en el proceso. Mentira. En lo que va del año vengo trabajando con un equipo de antropólogos de distintos países con quienes se intenta insertar en las comunidades, sin ser tan cruentos culturalmente, proyectos de desarrollo “autónomo”, creando así, y aunque se diga que no, un cambio cultural dirigido y planificado. Médicamente hablando, sería algo así como una cirugía estética y reconstructiva programada a la cultura nativa, obviamente ceñidos a nuestros propios patrones de belleza, claro. Es toda una antropología del tipo intervencionista y paternalista con la que no estoy de acuerdo. Pero entonces, qué nos queda por hacer?

Si uno se fija bien, la gran mayoría de los proyectos de “ayuda”, sean de salud, de productividad, de accesibilidad y comunicación, o de lo que sea, por más bonitos que sean, son proyectos de sedentarización y de "educación" a unas poblaciones para que vivan con menos territorio cada vez. Pero los Pumé, como otras tantas etnias, son cazadores y recolectores, por lo tanto necesitan de las grandes extensiones sabaneras, necesitan de ríos, arroyos, lagunas, todo eso que ahora se ha transformado en propiedad privada. Todavía ellos no comprenden cómo el aire puede ser de todos y la tierra tener un dueño. Su perspectiva no les permite ver nuestro límite de lo propio, si para ellos uno termina donde su piel.

Y todavía nosotros tenemos como clarísimo que las culturas sedentarias o que tienen pequeños saberes de horticultura, son las más antiguas o avanzadas, más civilizadas pues, y no vemos, como diría Levi-Strauss, que esa práctica es el resultado de un “proceso de decadencia” por verse obligados a vivir en un medio ecológico diferente. Los estamos imponiendo una decadencia?.

Niego que la ayuda del antropólogo sea prescindible, obviamente es el bisturí para la intervención cultural, pero qué es la que estamos haciendo, cuál es el impacto que buscamos, mejorar su estilo de vida? y qué es eso?. En Paraguay, Enrique, un enfermero ayoreo, sin que aquella vez yo entendiera el fondo de su comentario, me decía: “hace 100 años éramos casi tres mil ayoreode, ahora somos tres miiil, tres mil doscientos por ahí”. Por ese bajo crecimiento demográfico uno supondría claramente que poseen un promedio de vida bajísimo, una alta mortalidad materno infantil, crónicas enfermedades endémicas, y todos los índices de desarrollo que queramos por debajo de nuestra “normalidad” positivista. Pero nunca nos fijaríamos que ese equilibrio demográfico podría ser consecuencia de una cultura en armonía ecológica, una cultura de la no alteración del mundo, un vivir sin ser una plaga para el ecosistema. Nunca aceptaríamos eso.

Y entonces? Qué hacemos? Los corregimos, los alineamos, los civilizamos, qué hacemos? Los dejamos en paz? Es que tenemos una civilización tan dominante, tan demoledora, que hasta sin masticar, y en un solo intento, los deglutiríamos.

“Ustedes son la plaga de este mundo”, decía a Neo la Matriz.