Hasta
hoy, para la construcción de nuevas políticas de salud precisamos de un
agotamiento o mejor dicho: “de un hartazgo del modelo anterior”. Tenemos que
acumular socialmente un grado de indignación y rebeldías, para después tomar
posicionamientos políticamente y luego proponer y ejecutar. A pesar de este
factor común necesario entre nuestros pueblos, cada reforma de salud tiene su
particularidad y ninguna es receta de otra. Por eso, pensar y ejecutar la
rectoría, la regulación, el marco legal, el financiamiento, los prestadores de
salud, todos dependen del contexto histórico de la sociedad que la está
pensando. La planificación de una reforma está muy asociada a la cultura, a los
tiempos sociales de cada pueblo.
Los
movimientos sociales son las fuerzas indicadas de exigir al Estado el momento
de las reformas, la dirección de las reformas, el espíritu de las reformas, son
además los actores fundamentales para enfocar transversalmente las propuestas.
El Estado debe ser un permanente garante de este proceso, que también es una de
las formas de ejercicio del derecho a la salud. Este ejercicio del derecho a la
salud, la experiencia nos ha demostrado que precisa de un modelo
descentralizado de actuación y participación social, estructurado bajo redes
con base territorial y de comunidad.
Un
problema bastante frecuente de descifrar a los Sistemas de Salud. Los códigos
en los que están pensados y construidos los Sistemas de Salud tienen rasgos muy
tecnocráticos y rígidos que al repensarlos deben articularse con estrategias y
lenguajes sociopolíticos. La participación social en su creación es fundamental
para romper este obstáculo. La participación social mediante sus movimientos
finalmente potencia el trabajo, genera integralidad, es una forma de
articulación directa, da control social y humaniza a los sistemas. No hay
movimiento más fuerte que una sociedad y su Estado que interactúen de forma
horizontal.
Las
reformas de Salud no son procesos de tiempo limitado y pasado del cual
esperamos sus resultados en los años siguientes. Son procesos dinámicos, de
décadas de construcción, elaboración y producción simultánea. La articulación y
participación social activa y articulada en las reformas hay que visualizarlas,
es una conquista y hay que difundirlas. Es una deuda que tienen todos los
sistemas.
Toda
participación social de un movimiento se inicia con un cuestionamiento, luego
vienen poco a poco las transformaciones. Latinoamérica está pasando un proceso
de generación del sujeto político muy interesante. La población se está
descubriendo como actor fundamental para conquistar sus propias metas, es
tiempo de creación. La participación social legitima todo, hasta el poder.
Debiendo diferenciar en este caso lo que es una Política de Estado y una
Política de Gobierno. Es también un tiempo de dinámica social muy vertiginosa,
y fenómenos ocurridos como el de Paraguay, donde en menos de 24 hs se quiebra
el contrato social deben ser toques de alerta para el resto de la región para
fortalecer y profundizar los procesos.
Se
identifica el campo sanitario como un importante espacio de lucha social. Hoy
por hoy, tanto en Colombia, España, Chile como en Paraguay la resistencia
ciudadana a los recortes, a las reformas regresivas, están fundamentadas en la
unidad de la gente, en los movimientos sociales, en las redes creadas que se
articulan, se unen y generan una fuerza respetable. Gran parte de ellas
autoconvocadas. Porque el problema no es solo indignarse, sino organizarse y
generar fuerza colectiva. A partir de aquí se construyen los nuevos modelos, se
generan alternativas con una visión más integral, más incluyente, colectiva y
transversal. Se genera opinión pública, a pesar de la gran censura de los
medios. Se coloca en la agenda pública el debate sobre el desmantelamiento del
Estado y su privatización. Lo ideal de esta movilización es que permanezca
activa y crítica aunque el gobierno de turno sea de su agrado. Además,
actualmente las formas de manifestación popular están desafiadas a identificar
mejor su adversario y movilizarse de manera más estratégica. No se debe seguir
manteniendo la misma previsible forma de expresión y movilización cuando las
maneras de represión son cada vez más complejas y efectivas.
La
crisis europea está generando también un retorno masivo de trabajadores a sus
tierras, y hasta el momento, aún los gobiernos regionales no se han preocupado
pensar políticas inclusivas y de reintegración social. El Estado y los
sindicatos obreros nacionales no pueden ver al trabajador inmigrante o nacional
que vuelve como un potencial enemigo. Deben existir políticas a nivel sindical
y estatal que afronten la inmigración laboral no como un fenómeno negativo. La
ilegalidad en el que vive y trabaja un inmigrante solo beneficia al
capitalismo. Hay que entender que es el mismo capital el que empuja y crea
estos fenómenos para su propio beneficio, y la pérdida de derechos del
trabajador inmigrante debe entenderse como una pérdida de derechos de todos los
trabajadores y de la sociedad entera. Es un fenómeno que Latinoamérica no está
discutiendo.
El
modelo participativo es el más complejo, pero es un modelo más justo y
funcional. Las críticas de los nuevos modelos de salud se dan fundamentalmente
en base a una visión asistencialista y hospitalocéntrica de la sociedad. Así,
todas las críticas de la gente hacia las reformas integrales están sesgadas por
el modelo hegemónico. Es imprescindible cambiar la manera de evaluar, de medir,
de entender las mismas instituciones desde dentro, desde los profesionales,
desde la academia y finalmente desde la misma sociedad. Por lo tanto la
educación, el cambio curricular de la formación de nuevos recursos humanos, no
deben estar enfocados en actualizar el conocimiento, sino como herramientas
transformadoras de la práctica y de la sociedad. El problema es que actualmente
la formación de capital humano está centrada en la lógica de la producción
económica y tecnológica del conocimiento, hay que ser más transversales e
integrales. Una propuesta interesante es que participen también los usuarios en
la elaboración de las exigencias de la formación académica cuando de recursos
humanos en salud se trata. La formación paralela no tiene que ser una
alternativa, no hay que crear otras universidades o nuevos centros de
formación. La solución real es ocupar los espacios hegemónicos y cambiar el
modelo. En estos casos el concepto sagrado de Autonomía Universitaria a veces
no es más que una herramienta de protección para ciertos privilegios y
persistencia de feudos académicos, que lo que fundamentalmente ofrecen es un
obstáculo enorme a los procesos de cambio.
Hay
que destacar que muchas de las respuestas que buscamos están en nuestros
pueblos originarios, desde la manera de entender el fenómeno salud-enfermedad y
la manera de articularnos para desarrollar equidad en todos los niveles.
Existen también experiencias positivas de articulación social basados en una
agenda común de salud que deben ser difundidos, deben ser visualizados, y
tanto los gobiernos progresistas como ALAMES deben tomar la responsabilidad de
fortalecer, fomentar y ser los grandes estimuladores de este tipo de
experiencias.