Big Brother-VERSUS. Porto Alegre. Brasil. |
Imagínense que un día un país
decide crear algo así como un ejército que tenga como principal y único objetivo
proteger la salud de su población. Con sus instituciones, sus jerarquías, su
orden y disciplina, todo a favor de entregar salud a su pueblo. O más, imagínense
que un día, una sociedad decide crear una nueva religión, donde la mayor
divinidad sea el bienestar y la salud de la misma sociedad. Con todas sus
jerarquías, su orden, su disciplina, su fe a favor de dar salud al prójimo. O
mucho más, imagínense que las dos cosas juntas suceden, y se crea un ejército
con una religión propia, ambos con el mismo fin, con un sistema educativo,
dependiente de este ejercito-religión, que desde la infancia moldea con mismo
fin, la salud, el bienestar de todos y de todas. Una sociedad donde los niños
controlan a sus padres a partir de las ideas que aprenden en sus escuelas, en
la tele, en la radio, en la calle. Miles y miles de unidades de salud repartidas
entre los barrios de las ciudades, miles y millones de agentes comunitarios de
salud metiéndose en las casas y controlando que todo esté “bien”, que todo esté
sano. Donde enfermar sea casi un delito. Qué parece esto? Un sueño idílico o
una pesadilla orwelliana. Pues bien, esa fue una de las primeras percepciones que tuve a medida que me acercaba más al Sistema
Único de Salud del Brasil.
Intentar comprender el sistema de
salud de un país-continente como es Brasil no puede reducirse a conferencias, a
escuchar expertos en un par de horas, ni leerse la mejor enciclopedia sobre los
sistemas de salud del mundo. Ni los que lo idearon deben ser capaces de reducir
su complejidad al espacio interparietal que nos deja el cráneo. Sucede que casi
siempre, los sistemas de salud son tan tan complejos que pasa a ser moralmente
incorrecto perder el tiempo para explicárselo hasta a un mismo trabajador de la
salud. Es más, los dioses de los medios de comunicación aconsejan que si Usted
es un simple mortal, realmente no debería perder su tiempo, ellos (los medios) pueden
entretenerte mejor y mostrarte lo que realmente es importante de un sistema
público de salud, su ineficiencia.
La experiencia del VER-SUS
(Vivecias e Estagios na Realidade do SUS) es un momento primordial para cualquier
simple mortal, trabajador de la salud o no, que desee conocer la inmensa tela
de araña cosida y articulada entre las personas, instituciones, movimientos
sociales y el gobierno. El VERSUS es una oportunidad de vivir el SUS como un
observador dinámico, y si uno quiere: crítico. Palpar sus vicios, reconocer sus
virtudes, perderse en los andares de hospitales antiguos y decadentes, hasta reencontrarse
en la unidad básica de salud más moderna del barrio, preguntar, indagar,
observar, recorrer, tocar, aproximarse de esta manera al SUS termina siendo una
experiencia rica e maravillosa de fundamental formación en ciudadanía, algo que
las academias ya olvidaron. Este formar personas que conozcan la lógica intrínseca
de su sistema de salud, es un arma peligrosa, es una tremenda transferencia de poder.
Más aún cuando el SUS, en su quinto y último principio propone al más
revolucionario de todos, la Participación, el “Control Social”, una herramienta
representativa de base territorial, que debe ser el alma motora y reguladora de
los servicios que el SUS otorga.
El VERSUS empezó hace ya más de
10 años, se realiza cada 6 meses, y participan principalmente jóvenes
universitarios de múltiples carreras. Hoy, si el SUS fuera un enorme porongo,
los participantes del VERSUS serían miles de semillas de adentro, sus futuros
reproductores, sus multiplicadores. Tanto críticos como defensores, hablarán
con propiedad de él cuando vuelvan a su realidad cotidiana. Serán
contaminadores de ese nuevo y virulento conocimiento, que no hace más que
alimentar positivamente al propio SUS.
Por lo tanto, no es un
ejército, porque las jerarquías son mucho más complejas, el colectivo siempre
está por encima de lo individual, no hay liderazgos ni caudillos, así como a veces no cuenta con ese espíritu de cuerpo militar, el corporativismo aún
lo carcome por dentro, pero al igual que un ejército está hecho para pelear
una gran guerra. Tampoco es una
religión, porque no hay dogmas, no hay verdades absolutas, se va construyendo
en un proceso dinámico que a veces carga con contradicciones muy profundas,
pero a pesar de todo eso, se nutre de un auto-proceso de constante resiliencia y camina de la mano del corazón de la gente hacia
algo también divino: la justicia y el bienestar para todo el Brasil.
Porto Alegre. Brasil. Marzo-2013